Crecí entre barrancos y cardones en el sur de Tenerife, haciendo casetas con los palés abandonados de las obras de la zona y experimentando aventuras al salir del cole en la naturaleza de la zona. Ahora mismo todo eso que conocía ha desaparecido por completo bajo las bases de hormigón de edificios sobre acantilados y chalets de lujo.
También de niño pasé mucho tiempo en La Laguna, donde todavía se podía jugar en un pequeño reducto de laurisilva que quedaba detrás de la plaza del Cristo y que yace bajo el cemento de la vía de ronda. También el charco de Mesa del Mar, los chorlitejos de la costa del sur, el Guincho y el Guirre. No es cosa mía: todas las personas que vivimos en estas islas hemos visto desaparecer en el tiempo de vida de una sola generación algo que hace muy poco podíamos disfrutar.
Luego, ya más crecido, empecé a leer artículos de ATAN, Greenpeace y el foro No Incineración de Tenerife, que me parecían unos superhéroes. ¿Cómo es que hay un “ente” que emplea toda su energía en proteger lo que a mí tanto me gusta? Por fin no era un loco que pensaba que, a ese ritmo y en una isla tan pequeña, todo iba a desaparecer y con suerte nos iban a quedar solo cuatro jardines-reserva para ver qué era una tabaiba o un lagarto. Recuerdo una vez que un constructor escachó con una pala el coche de un activista por tratar de parar el disparate de eliminar unos grabados guanches. Recuerdo subir infinidad de veces al roque del Ahiyo y ver cómo, poco a poco, una manta de hoteles se comía toda la costa y el valle. Con tan poco orden como respeto por la isla que querían llenar de turistas.
Siempre pensaba cómo era posible que fueran solo cuatro locos predicando en el desierto, pero todo su esfuerzo ha merecido la pena y gracias a eso tenemos laurisilva, que estaba desapareciendo por las matarrasas. Gracias a ese esfuerzo no tenemos una carretera que sube por el cono del Teide hasta el pico, conservamos Mesa Mota y, sobre todo yo y otros miles de personas en estas islas nos hemos hecho ecologistas.
Las personas no nacen ecologistas, se hacen cuando viven en un sitio tan espectacular como Tenerife o tantos otros y crecen con noticias a diario de destrucción de todo lo valioso que tenemos en la isla. Podemos decir que cincuenta años de atentados contra el medio natural han sido la mejor escuela ecologista que podríamos imaginar. Granadilla, ver el vertedero de Arico con miles de bolsas volando cada vez que iba a la playa al sur, el destrozo anillo insular, los hoteles en barrancos hasta el infinito, el piche cubriendo las playas, casas colgando de acantilados y aquellos incendios que llenaron toda la zona metropolitana de cenizas fueron las mejores armas de concienciación. Pero no solo eso: además, las protestas llenando el Médano de personas cubiertas de bolsas negras a modo de derrame de piche, manifestaciones multitudinarias, declaraciones elocuentes en medios cuando les dejaban intervenir y el coraje de hacer todo eso con los poderes fácticos en contra, sin el poder de las redes sociales y en muchos casos jugándose el trabajo o el físico. Fueron inspiración pura.
Frente a aquellos poderes empresariales y políticos cuya voracidad vive cegada por el dinero, los ecologistas luchamos por el bien de todas las personas, sin pensar en un beneficio propio más allá del común. Somos muchas más que hace 15 años, somos toda una generación y hemos conseguido poner en entredicho el maldito puerto de Fonsalía, el plan para turistificar los charcos, parar los hoteles de Arico y estaremos vigilantes a lo que nos venga.
No somos un grupo de personas con mucho tiempo libre que se oponen a todo. Somos fotógrafos, abogados, diseñadores, artistas, informáticos, biólogos, ingenieros agrónomos, autónomos, comunicadores y también jubilados que fueron y son todo lo anterior y que dedican tiempo de su descanso a esta asociación. Pero lo importante no es quiénes somos, sino que cada vez somos más y eso es imparable. Tenemos iniciativa en positivo, por eso proponemos planes de mejora, nuevas protecciones y nos sentamos a hablar con quien nos llame.
Nuestra fuerza más importante es la sensibilización ambiental que ha promovido esta generación de ecologistas, y por eso tenemos esta web y la viejita, redes sociales y un podcast genial todos los meses en el que un buen grupo se deja las pestañas. El que conduce el podcast, la que responde a las dudas de las socias, el que va a los medios cada vez que nos llaman, los que redactan alegaciones y aportan todo lo que se puede y más y el que escribe esta líneas renuncian a muchos minutos de su tiempo libre para contribuir a la causa que nos une a todos, sean ecologistas o no. Y lo hacemos con el placer que se siente al cuidar lo de todos, sin esperar nada a cambio.
ATAN es un espacio donde ni siquiera hay personalismos. Hay trabajo duro, compromiso y mucho cariño por nuestra tierra.
Queda mucho por hacer para vivir en el lugar que queremos: nuestras ciudades tienen que ser más habitables y verdes, nuestros espacios naturales tienen que ser más respetados, y las ecologistas tenemos que ser más y más tenidas en cuenta, pero sin duda lo conseguiremos.
Por todo esto me hice amante de los escarabajos, calderones y los sebadales ¿Y tú?
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